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Los campos electromagnéticos (CEM) y la intransigencia científica

La Ciencia, con mayúsculas, nos enseña que nada es constante, que las teorías cambian; las hipótesis cambian, y los nuevos descubrimientos científicos modifican y corrigen a nuestras ideas anteriores. Esto ha sido así en toda la historia de la Ciencia (que es gran parte de la historia del hombre).  Por eso, el científico debe ser, ante todo, humilde, y proponer teorías o hipótesis basadas en hechos, pero nunca puede ser intransigente y aseverar que algo “es un disparate”.

 Viene esto a colación por la información de hace unos días en un periódico en el cual un profesor de Bioquímica mostraba una contradicción que me llamó la atención. Por un lado dice certeramente que la Ciencia es incapaz de demostrar ciertas cosas, mientras que por otro tajantemente dice que el hecho de que “las ondas del móvil causen enfermedades es un disparate”.

 Hay hipersensibles imaginarios, como hay enfermos imaginarios de cualquier otro tipo, como hay epilépticos que son simuladores, y como hay periodistas que se inventan noticias, algunas recientemente reveladas por el propio periodista en este país, etc. Desgraciadamente estos días vemos cómo se han aprovechado de una enferma infantil, que es otra forma de engaño. Pero eso no quiere decir que todos los electrosensibles sean imaginarios ni que todos los periodistas sean mentirosos!

 La misma falta de reconocimiento se planteó con aquellos pacientes quimiosensibles, hasta que la evidencia ha hecho que la sensibilidad química múltiple sea ya considerada un síndrome en el listado de patologías del sistema sanitario nacional. Lo mismo ocurrió con las cremas de protección solar, que protegían totalmente hasta que hoy vemos cómo aumenta el melanoma maligno hasta un 12% anual por culpa de fiarse de dichas cremas. O cómo nos engañaron con que el azúcar era bueno y las grasas malas, pagando, entre otros, a investigadores de Harvard.

 ¿Por qué entonces, hospitales suecos tiene habitaciones libres de contaminación electromagnética? ¿Porqué en Suecia también la electrosensibilidad está considerada como un impedimento físico y reconocido como discapacidad? ¿Por qué en Alemania retiran los dispositivos wifi de los colegios? ¿Por qué las recomendaciones tan estrictas del Colegio de Médicos de Austria? ¿Por qué la proposición de ley del Senado francés de 26 de junio de 2014 a propósito del cuidado de exposición a móviles y otros equipos que emiten campos electromagnéticos? Podría seguir con muchas leyes y recomendaciones, cada vez más sensibilizadas hacia la electrosensibilidad.

 Pero seamos Científicos, con mayúsculas. Si bien hay muchos trabajos científicos, que son aquellos que aparecen en PubMed, la base de datos científica más importante del mundo, que niegan que la exposición a CEM tenga efectos negativos en el organismo vivo, hay otros muchos trabajos que avalan sus efectos deletéreos y su relación con trastornos cognitivos, cáncer, infertilidad, insomnio, alteraciones inmunológicas, etc.

 Por tanto, no es en absoluto un disparate que los CEM produzcan daño biológico. Teniendo en cuenta que, además, el ser vivo incluyendo el ser humano es un dipolo eléctrico, y genera CEM de muy baja intensidad, del orden de picoTeslas (de ahí que se use la magnetoencefalografía o la magnetoelectrocardiografía como métodos de diagnóstico), es fácil comprender que si se somete el organismo a CEM externos, que normalmente son bastante mayores, en el rango de nano a microTeslas (de mil a un millón de veces más altos), la posibilidad de alterar la función biológica normal es elevada.

 Y no se trata de ver efectos agudos de la exposición a CEM, que también los hay. Es la exposición crónica, prolongada, lo que va a afectar de manera negativa a la salud. Y sabemos hoy en día que, entre otros, se afecta de manera significativa la producción endógena de melatonina, se descontrolan los ritmos circadianos, y se genera un estrés oxidativo e inflamatorio severo.

 Por último, debemos aplicar el principio de precaución, cuando todavía desconocemos la gravedad del daño que nos puede producir la exposición a CEM, especialmente cuando dicha exposición comienza ya en edades infantiles.