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COVID-19 PERSISTENTE O LONG COVID-19. II. TRASTORNOS COGNITIVOS

En ocasiones anteriores hemos hablado de algunos de los trastornos que se producen a consecuencia de haber padecido la COVID-19, lo que ha dado en llamarse long-COVID-19 o COVID-19 persistente. Son las secuelas que permanecen una vez pasada la enfermedad, y que se extienden más allá del año. En concreto, hemos hablado de las alteraciones del sueño que se producen tanto durante la pandemia, por estar encerrados en casa como una vez pasada ésta, y que todavía hoy muchos pacientes presentan como una secuela de la COVID-19.

Pero no solamente el sueño permanece alterado (y se presentan manifestaciones tanto de insomnio como de hipersomnia), también se presentan otras secuelas neurológicas y psiquiátricas que, en parte, dependen de la afectación del reloj biológico y, por tanto, de la regulación del sueño. Hemos comentado también como estas situaciones responden muy bien a un tratamiento adecuado con melatonina, ya que resincroniza el reloj biológico y normaliza los ritmos.

La alteración circadiana o del reloj biológico es un aspecto muy frecuente detrás de las afectaciones cerebrales, y dependen de la disfunción de las neuronas (unas 20.000 solamente) que constituyen dicho reloj. Estas neuronas se encargan de regular todas las funciones del organismo, de forma que la actividad neuronal, metabólica, muscular, etc., se sincronicen con el ritmo sueño/vigilia.

Entre los síntomas directamente ligados al fenómeno post-COVID-19, además de la fatiga y debilidad muscular, ocupan un lugar prominente la depresión, ansiedad y las alteraciones cognitivas. Entre estas últimas, las afecciones neurológicas y psiquiátricas tienen una elevada prevalencia, incluyendo la demencia, psicosis y convulsiones.

 Según una reciente revisión al respecto de Taquet M y colbs. publicada en The Lancet Psychiatry, y analizando los datos desde 2 años atrás, concluyen que el aumento de incidencia de cambios de humor y ansiedad fueron relativamente transitorios, mientras que lo realmente relevante ha sido el significativo aumento de déficits cognitivos, psicosis, demencia y epilepsia, que permanecen en el tiempo tras sufrir COVID-19. En relación con la edad, los niños presentan un perfil más benigno que los adultos, y personas mayores. De interés es que estas manifestaciones se presentan independientemente de la variante de SARS-COV-2, sea delta u ómicron, indicando que no dependen e la severidad de la variante del virus.

Estamos ante una situación bastante crítica a la que se debe dar solución por parte de la medicina, pero ante la que faltan datos fisiopatológicos para entender mejor el por qué de esas manifestaciones clínicas post-COVID-19.

En este sentido, numerosos datos incluyendo nuestros resultados del ensayo clínico en pacientes en UCI de COVID-19 indican que la administración de melatonina tiene un potencial terapéutico en estos caso de gran interés. Por un lado, la melatonina restablece el ritmo y función de los neurotransmisores cerebrales, lo que ayuda a restablecer las funciones cognitivas alteradas; reduce el daño oxidativo e inflamatorio a nivel cerebral, contrarrestando los procesos dependientes de excitotoxicidad como la epilepsia; restituye las funciones circadianas permitiendo la reparación cerebral que se produce durante la noche durante un sueño adecuado (“reparador”), y mejora otros síntomas como la fatiga y dolor muscular.